Autonomía femenina en Medida por medida

Autonomía femenina en Medida por medida

En la obra Medida por medida, Shakespeare explora el alcance del poder de la mujer a través de la representación de Isabella y otros personajes femeninos. A lo largo de la obra, Shakespeare desarrolla intrincadamente el personaje de Isabella y teje una ambigüedad en torno a ella para subrayar cómo las sociedades patriarcales tienden a marginar a las mujeres, lo que puede desembocar en su impotencia. Shakespeare sugiere que la castidad de las mujeres y su capacidad para actuar como sustitutas unas de otras pueden ser su único medio de agencia, iluminando así las limitaciones del empoderamiento femenino en la sociedad contemporánea de su tiempo.

Historia

Shakespeare examina las limitaciones de la capacidad de acción de la mujer, poniendo al descubierto las estructuras patriarcales arraigadas en la época jacobina. En la época jacobina, las mujeres eran consideradas inferiores en la sociedad, individuos que no poseían ningún poder, sólo el de su sexualidad. En esta época, las estructuras patriarcales estaban arraigadas en el tejido cultural, y el matrimonio era fundamental para delimitar el papel de la mujer (Ryan). Estas estructuras sociales patriarcales promovían la idea de que los hombres debían supervisar a las mujeres y tener poder sobre ellas económica, sexual, legal y políticamente (Ryan). Medida por medida era, hasta cierto punto, una obra problemática que desafiaba las configuraciones sociales normativas contemporáneas. Las épocas jacobina e isabelina se basaban en la idea de que las leyes y las prácticas religiosas exigían la subordinación de la mujer al hombre. Durante esta época, las instituciones religiosas eran desestimadas como entidades de represión pero, al mismo tiempo, se hacía hincapié en que proporcionaban espacios de emancipación para los miembros de la hermandad (Slights).

En el Renacimiento, la vida monástica también sirvió como salida creativa para las mujeres contemporáneas. Más allá de las normas sociales y la opresión patriarcal, las mujeres componían música, pintaban y participaban activamente en proyectos arquitectónicos y decorativos mientras llevaban una vida solitaria en un convento (Slights). Además de reconocer la salida creativa que ofrecía la vida conventual, se percibía que las monjas habían formulado su propia agencia, ya que tenían poder sobre su voluntad para mantener su castidad. Las instituciones religiosas ofrecían a las mujeres un grado de expresión creativa y de agencia que no siempre tenían a su alcance en la sociedad en general. Fue sobre todo la vida monástica la que brindó a las mujeres la oportunidad de llevar a cabo proyectos artísticos y ejercer el control sobre su sexualidad. Shakespeare también presentó a veces la vida conventual como una forma válida de agencia para una mujer (Slights).

Isabella

Al perseguir la vida conventual, la determinación de Isabella de mantener su castidad se hace aún más evidente. Su voluntad de dar prioridad a sus deberes religiosos sobre sus obligaciones morales refleja una tensión presente en el pensamiento renacentista y que puede haber influido en la representación que Shakespeare hace del empoderamiento femenino en Medida por medida. Frente a las estructuras patriarcales que pretendían subyugar a la mujer, el compromiso de Isabella con su fe y la capacidad de decisión sobre su propio cuerpo representan un poderoso desafío a las normas de su época.

La inquebrantable dedicación de Isabella a mantener su castidad pone aún más de relieve su desafío a las expectativas sociales sobre las mujeres de su época. Es un testimonio de su valentía frente a la opresión. Dice explícitamente: "Más que mi hermano es mi castidad"; su determinación de mantener su castidad es algo que contrasta con el papel de las mujeres de la posreforma en la sociedad, ya que han perdido su agencia y están bajo el dominio patriarcal (Riefer). Aquí se ve que Isabel ha dado prioridad a su celibato sobre la vida de su hermano, algo que la mayoría de las mujeres de la Inglaterra posterior a la Reforma no habrían hecho. El hecho de que valore su castidad significa que es su única forma de actuar en la sociedad, de ahí que la priorice sobre su único hermano.

Isabella se aferra a esta caracterización incluso desde su primera aparición en la obra. En el Acto 1, Escena II, desde el principio, Shakespeare presenta a un hombre, Claudio, como inferior a Isabella. El público ve a Claudio rogar a Lucio que pida a Isabella que actúe como sustituta por su parte. Esto rompe las configuraciones normativas establecidas en toda la sociedad contemporánea, ya que no se considera que un hombre dependa de una mujer. Claudio menciona cómo "hay algo en su voz que conmueve a los hombres", dando a entender que ella tiene el poder de persuadir a un hombre. Más allá de la castidad de Isabella, Shakespeare la presenta dotada de la capacidad de influir en los hombres.

Sin embargo, Shakespeare ilustra rápidamente cómo este poder para persuadir a los hombres no es efectivo en las sociedades patriarcales. El carácter estricto y duro de Angelo oprime la capacidad de acción de Isabella, que ha intentado convencer a Angelo, pero se ha visto marginada e impotente. En última instancia, esto sirve para enfatizar la idea de que el poder de persuasión de Isabella es inútil en un sistema patriarcal y que su único poder se deriva de su castidad.

Además, la limitada capacidad de acción de Isabella en una sociedad patriarcal no sólo queda demostrada por su incapacidad para persuadir a los hombres, sino también por su comprensión de que las mujeres conforman su identidad en función de cómo las perciben los hombres. En el diálogo de Isabella con Claudio, Isabella menciona: "Ay, como las gafas donde se ven, Que son tan fáciles de romper como de hacer formas. Shakespeare subraya claramente que Isabella entiende que las mujeres de estas sociedades tóxicas son tan frágiles como los espejos en los que se miran. Las mujeres se ven a sí mismas en las expectativas que hombres como Angelo tienen de ellas. Los hombres y las expectativas del patriarcado son los espejos, y ese espejo es frágil. Angelo espera que Isabella sea pura pero, al mismo tiempo, utiliza la coacción para arruinar la imagen de Isabella, intentando hacerla impotente. Esto, por naturaleza, es una clara representación de lo tóxicas que eran las estructuras patriarcales en la sociedad y de cómo éstas equivalían a marginar a las mujeres. Esto pone de relieve la fragilidad del sentido de sí mismas de las mujeres en las sociedades patriarcales. Las mujeres están constantemente sometidas a las expectativas y deseos de los hombres, como representan las expectativas de Angelo sobre la pureza de Isabella. Sin embargo, estas expectativas no sólo son poco realistas, sino también hipócritas, ya que el propio Angelo intenta coaccionar a Isabella para que sacrifique su virginidad. Esto ejemplifica el funcionamiento de las estructuras patriarcales tóxicas, en las que los hombres se apropian del poder de las mujeres para su propio beneficio, como se ve cuando Claudio intenta utilizar el cuerpo de Isabella como medio para salvar su propia vida. Isabella le pregunta: "¿quieres que mi vicio te convierta en hombre?" (Acto 3, Escena 1). Al subordinar a las mujeres a sus intenciones masculinas, los hombres no sólo marginan a las mujeres, sino que perpetúan su propio poder y dominio.

Shakespeare sigue representando la autonomía de la mujer o quizá su sometimiento a la autoridad masculina a través del personaje de Isabella, utilizando la cantidad de diálogo que tiene en la obra. A medida que avanza la trama, Shakespeare reduce la cantidad de diálogos de Isabella y la deja en silencio al final de la obra, imitando así el desvanecimiento de su voz. Esto puede interpretarse de dos maneras. La primera es que su silencio al final de la obra puede interpretarse como una acción disidente hacia los sistemas patriarcales de la estructura social contemporánea. El silencio puede dilucidar la propia agencia, ya que elegir callar en medio de todo el caos tiene connotaciones de autonomía, porque elegir abstenerse de estas sociedades patriarcales sí está en manos del poder.

Por otra parte, la voz menguante y el silencio de Isabella al final de la obra también podrían interpretarse como su paulatino declive de poder a lo largo de la obra. Su carácter se disuelve, su espíritu se erosiona y se convierte en una obediente seguidora de la guía masculina: una actriz en un drama dominado por hombres. Esta ambigüedad en torno al carácter y el poder de Isabella permite a Shakespeare formular la idea de que una mujer puede tener poder y ser impotente al mismo tiempo en las tóxicas sociedades patriarcales de la época jacobina.

Aparte de la voz de Isabella, en Medida por medida se sigue viendo a los hombres ejerciendo su poder explotador sobre las mujeres. La tendencia del duque a dominar a Isabella y Mariana y la naturaleza tiránica de Angelo han llevado a Isabella a desarrollar un miedo sinónimo de pérdida de la virginidad. La sociedad la ha llevado a temer perder su autoestima y el respeto de la comunidad, que ella ha cultivado intrincadamente. Su deseo de "una restricción más estricta / sobre la hermandad" debe relacionarse con un intenso temor a las consecuencias de integrarse en una sociedad dominada por hombres tiránicos (Baines). El deseo de que haya leyes más duras en torno al sexo prematrimonial revela el hecho de que Isabella teme que se la pueda dejar sin poder, y por eso quiere normas más estrictas para mantener su albedrío.

Este miedo ha llevado a Isabella a formarse dudas sobre su capacidad para actuar en estas configuraciones sociales y la ha dejado cuestionando su autonomía. En el Acto 1, Escena IV, cuando Lucio le pide a Isabella que haga una petición en nombre de Claudio, ella menciona: "¿Mi poder? Ay, lo dudo...". Isabella cuestiona su poder y, como consecuencia, cree que éste sólo se deriva de las leyes que rigen la sociedad. Sin estas leyes, Isabella cree que se quedará sin poder (Baines). Teme que, sin esas leyes, la gente se aproveche de ella y no pueda recurrir. Sus temores le han hecho dudar de su propia autonomía y de su capacidad para tomar sus propias decisiones.

Además, en el Acto 2, Escena IV, después de que Angelo intenta coaccionar a Isabel, ella exclama: "Te proclamaré, Angelo; búscalo". Angelo responde: "¿Quién te creerá, Isabel? Mi nombre inmaculado, la austeridad de mi vida, responden contra ti". Shakespeare utiliza la reputación y la condición de hombre de Angelo para explotar a Isabel. La posición de Angelo como varón en la época jacobina le permite demostrar su autoridad y poder para socavar la independencia y confianza en sí misma de Isabel, poniendo de relieve cómo la dinámica de género en juego la ha hecho vulnerable a sus tácticas opresivas.

Shakespeare presenta inicialmente a Isabella como autónoma en la obra. Entrelaza su identidad y su carácter con su castidad, proporcionándole un sentido de agencia a través de ella. Incluso antes de que ponga un pie en el escenario, se la retrata como una mujer con agencia y como alguien que tiene la idea de que su "próspero arte" y su capacidad para "jugar con la razón y el discurso" se desperdiciarían en la ciudad, por lo que, como resultado, se retira a la vida conventual. Pero a medida que avanza la trama y se van desvelando las maquinaciones del duque, la renuncia de Isabella a la compañía de los hombres pronto se ve truncada cuando Lucio la introduce de nuevo en las sociedades patriarcales dominantes (Riefer). Mientras Isabella equilibra su autonomía e intenta salvar a su hermano, se ve que hombres como Angelo han coaccionado, explotado y socavado a las mujeres. Shakespeare pone de manifiesto que, aunque las mujeres de la Inglaterra posterior a la Reforma están empoderadas, las sociedades patriarcales tóxicas y las dinámicas de género oprimen y subyugan perpetuamente a las mujeres, despertando dudas y temores de verse impotentes en estas estructuras sociales.

Mariana

Mariana es otro personaje femenino que Shakespeare presenta como una mujer desesperanzada y abandonada por las sociedades patriarcales. La primera impresión que el público tiene de Mariana tiene lugar en la escena I del acto IV, donde se la presenta como una romántica desesperanzada que se aferra al pasado. Shakespeare establece un tono melancólico cuando Mariana entra en escena, representando su estado en la vida: abatida y desesperada (Digangi). Mariana se queda sola porque Angelo la ha abandonado. Este es otro caso en el que Shakespeare demuestra el poder manipulador de los personajes masculinos, ya que Angelo ha abandonado y disminuido a Mariana, permitiéndole dudar de su autoautonomía en Viena. Angelo la ha dejado sola para que soporte los efectos destructivos de la adversidad (Digangi).

Sin embargo, Isabella interviene, y ahora Mariana quizá sí tenga el poder, el poder de engañar y derrocar a Angelo. Tras el rostro de los sistemas patriarcales, Isabella y Mariana traman engañar y manipular a Angelo, ejerciendo así su poder al actuar como sustitutas la una de la otra. Con la ayuda de la otra, consiguen engañar a Angelo y emanciparse de los despóticos círculos patriarcales. A través de Mariana e Isabella, Shakespeare ilustra una comunidad de mujeres con ideas afines que tienen poder para manipular sistemas dominados por figuras masculinas (Baines).

Sin embargo, se podría argumentar que las acciones de Mariana e Isabella no se llevaron a cabo por voluntad propia, sino más bien por necesidad. Ambas son mujeres que han sido agraviadas por Angelo, y sus acciones pueden verse como una forma de vengarse de él. Aunque pueden tener éxito en su plan, podría decirse que no controlan realmente la situación (Baines). Su poder sólo está presente debido a las secuelas de haber sido menospreciados. Sólo han conseguido esta forma de agencia porque, en primer lugar, carecían de ella. Después de todo, su plan contra el patriarcado estuvo bajo las maquinaciones del Duque durante toda la obra (Baines). Aunque han formado una comunidad de mujeres con ideas afines para hacer valer su poder, Shakespeare pinta un cuadro de una sociedad con el patriarcado como configuración estándar que margina continuamente a las mujeres (Baines).

En cualquiera de las dos interpretaciones, Shakespeare alude a la forma en que Mariana ha perdido cualquier sentido de agencia que haya trabajado para desarrollar por sí misma. Después de que el fraudulento poder autoritario de Angelo salga a la luz en el Acto 5, Escena I, Mariana se muestra impotente y carente de autonomía, ya que una vez más busca ser gobernada por la autoridad masculina. Mariana menciona: "No mostraré mi rostro hasta que mi marido [Angelo] me lo pida" Mariana ha trabajado duro para adquirir su agencia en la sociedad, pero rápidamente la tira por la borda al estar cegada por las estructuras patriarcales. El hecho de que no actúe a menos que Ángelo se lo ordene ilustra su impotencia. Esto demuestra cómo quien no preserva su castidad en Viena se ve impotente y busca continuamente involucrarse en los sistemas patriarcales que impregnan la Inglaterra de Shakespeare. Al elegir ser subyugada por Angelo, Shakespeare demuestra su falta de agencia y su voluntad de ser controlada por una estructura patriarcal. Está cediendo su autonomía y su poder a un hombre, demostrando así su impotencia frente a los sistemas opresivos.

Juliet

A medida que se arroja luz sobre el empoderamiento femenino en Medida por medida, Shakespeare transmite la agencia de Julieta en Viena y ofrece una apreciación de que su predicamento no es singular, sino que es crucial para comprender su autonomía en las sociedades patriarcales y el poder represivo de los personajes masculinos. En el Acto 2, Escena III, el Duque afirma: "entonces tu pecado fue más grave que el suyo [Claudio]" El juicio del Duque sobre Julieta no es simplemente una expresión de la doble moral de un machista, sino un reconocimiento de la dependencia de una sociedad patriarcal de la castidad de la mujer (Baines). Julieta es marginada porque, en Viena, las mujeres son definidas y situadas en función de su castidad. Los prejuicios del duque contra Julieta parecen haber demostrado que Julieta no tiene autonomía ni poder en la Inglaterra de Shakespeare (Baines). Ella no ha sabido mantener su castidad y, por lo tanto, según el Duque, sus pecados pesan más que los de Claudio. Aunque tanto Claudio como Julieta han mantenido relaciones sexuales prematrimoniales, Shakespeare retrata y refleja la dinámica de poder de género de la sociedad de la época, que subordinaba fuertemente a las mujeres, subrayando así la falta de autonomía de Julieta.

La falta de voluntad de Julieta se acentúa aún más por el hecho de que encuentra placer en cargar con el peso de su situación, como si resignarse a su destino fuera su única opción. Julieta menciona cómo "toma la vergüenza [de llevar un hijo] con alegría" (Acto 2, Escena III). Esto revela que Julieta ha interiorizado su condición de subordinada y considera que su única opción es aceptar los papeles que la sociedad le ha prescrito (Riefer). Shakespeare utiliza el personaje de Julieta para demostrar las limitaciones de la autonomía femenina en su sociedad contemporánea, en la que se esperaba que las mujeres estuvieran supeditadas a los hombres y su único medio de actuar era la castidad. En general, Shakespeare retrata la falta de poder de Julieta como resultado de las estructuras sociales que subordinaban y marginaban a las mujeres de su época.

Mistress Overdone, Kate Keepdown, y los otros personajes femeninos

Todas las mujeres de la obra están entrelazadas con alguna forma de sexualidad. Shakespeare, en cierto modo, deshumaniza a las mujeres y las reduce a meros objetos de la sexualidad. Sin autonomía ni respeto por sí mismas, estas mujeres son retratadas como impotentes. Las alternativas a la estricta renuncia de Isabella a su sexualidad son la vergüenza y el acoso de Julieta, la pena de Mariana, las bromas tabernarias a costa de Mistress Elbow, la explotación de Kate Keepdown y el abuso de Mistress Overdone (Baines). Todos estos personajes femeninos están implicados con un elemento de sexualidad, lo que a su vez permite a Shakespeare deshumanizarlos y retratarlos como reducidos sólo a este elemento, despojándolos de cualquier autonomía y autoestima. Si Shakespeare ha puesto la castidad y la capacidad de actuar como sustitutas unas de otras como base del poder para una mujer en Viena, ¿qué dice esto de todos estos otros personajes femeninos? Al ser la sexualidad inevitable para estas mujeres, Shakespeare transmite la idea de que las mujeres carecen de poder y autonomía en la Inglaterra de Shakespeare.

Esta idea de desempoderamiento y falta de autonomía se acentúa aún más en el final de Medida por medida a través de la resolución de los problemas de la obra por parte del Duque. El Duque resuelve y justifica toda la inmoralidad sexual a través del matrimonio, en el que toda mujer es casada con un personaje masculino. Esto puede interpretarse como la esclavitud de la mujer a las sociedades patriarcales, ya que el matrimonio en la época jacobina era una forma de limitar y reducir la capacidad de acción de la mujer. Además, el hecho de que Mistress Overdone, Kate Keepdown y Mariana se deleiten en el matrimonio significa la idea de que a las mujeres se les ha hecho pensar que el matrimonio es su único resultado. Esto refuerza aún más la idea del matrimonio como forma de contención en la sociedad contemporánea de Shakespeare, dado que la única forma de resolución para las mujeres pasa por casarse con un hombre. Sin embargo, la mayoría de los personajes femeninos de Medida por medida han sido condicionados a deleitarse y aceptarlo como su única opción.

Sin embargo, como ya se ha mencionado, el silencio de Isabella ante la resolución del duque refuerza el argumento de Shakespeare de que la castidad es el principal poder de la mujer en su sociedad contemporánea. Isabella es el único personaje que ha preservado su castidad en toda la obra, y como Shakespeare no le da ningún diálogo al final, la posesión de agencia de Isabella queda al descubierto ya que su silencio es una acción disidente hacia el patriarcado. Mientras todas las demás mujeres son casadas, la postura de Isabella es clara: valora su autonomía y, por tanto, contraataca con el silencio. En claro contraste con todas las demás mujeres que han sido reducidas a meros objetos de su sexualidad, Isabella es la encarnación del empoderamiento femenino y la autoestima en la Inglaterra de Shakespeare posterior a la Reforma.

Conclusión

A través del personaje de Isabella y de la renuncia pública a su sexualidad, Shakespeare refuerza claramente la idea de que la castidad de una mujer es una de las principales fuentes de agencia. A través de la castidad, una mujer tiene derecho al autogobierno y la libertad de ejercer su autonomía. Utilizando a las otras mujeres de la obra, Shakespeare ha desvelado el hecho de que la sexualidad es un medio de sumisión a los hombres en el que la degradación impregna la sociedad.

La tiránica autoridad de Angelo y el carácter autoritario del duque han permitido a Shakespeare presentar una Viena en la que impregna todo una estructura patriarcal tóxica. En estas apremiantes estructuras normativas, Shakespeare ilustra cómo las mujeres pueden actuar como sustitutas unas de otras y, a su vez, ejercen cierto nivel de poder sobre estos sistemas explotadores.

El final de Medida por medida abarca la respuesta del Duque a la inmoralidad sexual, en la que afirma sus prejuicios hacia los personajes femeninos, reduciéndolos a meros engranajes de una sociedad patriarcal. Aquí, Shakespeare ilustra claramente las distintas dinámicas de poder en juego. Aunque la mayoría de las mujeres han sido esclavizadas a través del matrimonio y marginadas por la autoridad masculina, Isabella destaca al ser empoderada a través de su castidad. Aunque la resolución del duque ha dejado claro que el prejuicio que emana de estas estructuras sociales patriarcales es perpetuo a la hora de manipular y apropiarse de los poderes de las mujeres, el silencio de Isabella ha demostrado con éxito que posee la autonomía, la agencia y el amor propio necesarios para contraatacar a las opresivas estructuras sociales patriarcales de la Inglaterra de Shakespeare.

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