Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura

Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura

Hace seis años, en San Juan, Warhola Pop trabajaba de camarera en un Olive Garden. La trataban mal, la gente daba malas propinas. También en ese momento, su carrera como drag queen estaba estancada. Los pocos espectáculos que daba no le alcanzaban para pagar el alquiler. Así que decidió gastarse los últimos 125 dólares que le quedaban en un billete de avión a Nueva York.

"No tenía crédito ni tarjeta", recuerda Warhola, "vendí algunas cosas y reuní unos 1.000 pesos. Si Madonna pudo lograrlo con 30 dólares, ¿por qué yo no?".

Warhola llegó a Brooklyn en 2017, cuando el barrio estaba experimentando lo que Nicole Pasulka describió en su libro How You Get Famous: Ten Years of Drag Madness in Brooklyn como una "toma del poder drag". En 2001, cuando Pasulka se mudó a Brooklyn, escribió, a pesar de la robusta y emocionante escena queer, apenas escuchó la palabra "drag". Pero entre 2012 y 2016, el barrio experimentó una explosión de actuaciones drag, en parte influenciado por la popularidad de RuPaul's Drag Race. "La conquista drag de Brooklyn llegó más fuerte y más rápido que en casi cualquier otro lugar", señaló Pasulka. "La escena local era decididamente más desordenada, libre y vanguardista que lo que vemos en la televisión".

Este auge del drag en Brooklyn fue posible, en parte, gracias a drag queens latinas que crearon sus propios espacios para actuar. Bushwig, uno de los mayores festivales drag del mundo, empezó en un patio trasero de Bushwick, donde artistas como su fundadora Chata, Lady Quesa y Aja solían actuar sólo por diversión entre amigos. Ahora, las fiestas drag de temática latina son una de las atracciones nocturnas más emocionantes de Brooklyn, una tendencia que ha trascendido a las escenas drag de otros distritos neoyorquinos.

Al llevar al escenario elementos de su experiencia bilingüe y bicultural, las drag queens latinas de Brooklyn demuestran el orgullo que sienten por sus identidades y, al transformar esa mezcla de referencias culturales, han encontrado una forma de cuestionar el machismo y la homofobia rampantes que experimentaron en sus ciudades de origen. En muchos casos, fue precisamente esa mezcla tóxica la que les obligó a trasladarse a Nueva York.

Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura Juan de Dios Sánchez Jurado

En Park Slope, East Williamsburg, Bed-Stuy, Ridgewood y Bushwick -que están consideradas entre las zonas más acogedoras para el colectivo LGBTQ+ de Brooklyn- las reinas tienen acceso a un circuito de bares en los que actuar, lo que les permite ganarse la vida. También pueden vivir en una zona que, a pesar de su acelerado aburguesamiento, ofrece en gran medida un lugar seguro y vibrante que celebra la diversidad.

A pesar del auge del drag -o quizá debido a él-, los primeros seis meses de Warhola en Nueva York fueron duros. La ciudad alberga una de las escenas drag más competitivas del mundo, y establecerse como artista requiere tiempo, esfuerzo y, a menudo, trabajos paralelos. Pero Warhola estaba decidida y no era ajena a los nuevos comienzos: Tras lo que ella describe como una infancia difícil, se trasladó a San Juan y se matriculó en la Universidad de Puerto Rico, donde se licenció en artes visuales. Una amiga del colegio le dijo que se parecía un poco a Andy Warhol. El siguiente Halloween, se disfrazó del artista pop, y a partir de entonces empezó a experimentar con el drag.

En Brooklyn, el drag de Warhola se hizo más libre. A diferencia del estilo de concurso de sus primeros días en la escena de Río Piedras, adoptó una estética más campy y kitsch. Un día su look es el de una Miss Universo, y al siguiente es el de La Veneno. Esa versatilidad la ha ayudado a conseguir más contrataciones.

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Warhola Pop

Juan de Dios Sánchez Jurado

Actualmente está cosechando los frutos de ese duro trabajo. El año pasado fue coronada ganadora de Are You the Ultimate Diva, un conocido concurso drag de Brooklyn organizado por Janelle No. 5, drag queen boricua y productora de eventos.

La noche del Ultimate Diva, Warhola desfiló por la pasarela con una réplica del icónico vestido verde, vaporoso y escotado de Versace que Jennifer López lució en los Grammy de 2000. Para el concurso de talentos, Warhola hizo la sincronización labial de un popurrí de canciones de la legendaria diva cubana La Lupe, rodeada de bailarines y enormes plumas de atrezzo.

Durante la ronda final de preguntas, Warhola preguntó al jurado (entre ellos Kandy Muse y Nicky Doll, de RuPaul's Drag Race) si la entrevista podía hacerse en español; había traído a una traductora, su hermana Victoria Holiday.

"Soy muy buena presentadora y sé hacer muy buenos programas", dice Warhola. "Pero, a veces, el inglés me limita. [En Nueva York] tienes que trabajar mucho en red. Si presentas a otros drags, tienes que lanzar sombras e indirectas, ya sabes, añadir humor". Desarrollar esa confianza en un segundo idioma y una voz de drag ingeniosa, añade, ha sido difícil.

Al elegir responder en español, Warhola quiso afirmar lo que ya había hecho sobre el escenario: mostrarse orgullosa de sus referencias culturales y de su identidad. "Lo único que tengo de estadounidense es la ciudadanía", dice, "todo lo demás es hispano".

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Warhola Pop

Juan de Dios Sánchez Jurado

Esta celebración de la herencia crea un vínculo compartido de comunidad, que también fomenta el apoyo. El pasado octubre, Vena Cava, una drag queen originaria de Puerto Rico, organizó una recaudación de fondos en The Rosemont, un bar gay de Brooklyn. Todas las propinas y la recaudación se destinaron a la Brigada Solidaria del Oeste para ofrecer ayuda a los afectados por el huracán Fiona. La vida nocturna puede servir a menudo como punto de encuentro para el crowdfunding y otras formas de ayuda mutua, creando así un espacio para organizar a la comunidad LGBTQ+ Latinx.

Por supuesto, esta herencia compartida también significa que las personas LGBTQ+ latinas entienden la cultura de los demás de una manera que otros no pueden. Hay "noches de perreo y putería" en las que se puede escuchar la sincronización labial de canciones legendarias como "A quien le importa" (en la versión de Thalía), "Todos me miran" (de la gloria del rock and roll Gloria Trevi), "Loba" de Shakira y otros himnos gays del canon pop latinoamericano. En estos espacios, la comunidad expresa su homosexualidad y su latinidad de formas que a veces no son posibles en casa o en el lugar de trabajo.

El nombre artístico de La Zavaleta es un homenaje a la cantante y actriz mexicana Susana Zabaleta, cuya actitud "a la chingada, más vale que me respetes" inspiró a la drag queen a ser fuerte mientras crecía como niña queer en México. La Zavaleta -o El Arte de La Zavaleta, como también se llama a sí misma- dice que incorporar referencias culturales a su drag lo hace especial y único.

Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura Juan de Dios Sánchez Jurado

"No se puede borrar la cultura", dice. Para La Zavaleta, es necesario pensar más allá del cliché latino. Cree que a algunas reinas les falta profundidad a la hora de representar su cultura. "Algunas reinas incorporan su cultura, pero optan por algo básico", explica, poniendo como ejemplo a las reinas mexicanas que crean un concepto en torno al Día de Muertos. Considera que es un recurso fácil. Hay más formas de representar la cultura mexicana, dice La Zavaleta, además del maquillaje de Catrina. "¿Me pongo una calavera y ya soy latina?", pregunta. "No, hay más".

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En 2021, La Zavaleta participó en la cuarta temporada de Dragula, un concurso de televisión en el que los hermanos Boulet coronan al mejor Next Drag Supermonster. Dice La Zavaleta que aprovechó esa oportunidad porque la primera temporada del programa la inspiró a hacer drag y porque, a diferencia de RuPaul's Drag Race, Dragula no trata de muñecas que quieren ser vestidas por diseñadores.

Dragula era también la mejor plataforma para mostrar su categoría favorita de drag: la espeluznante. "Desde que empecé, yo era la chica espeluznante, la villana, la mala, siempre", recuerda, explicando que las pesadillas inspiran su personaje escénico. "Es lo que me gusta, lo que sueño, lo que veo: brujas, espíritus".

El look que más la enorgulleció durante Dragula fue la versión drag de un icono mexicano que suele representarse como el prototípico macho fortachón: Para la categoría Weird, Wild West, presentó una versión zombi y Mad Max del líder de la revolución mexicana, Emiliano Zapata. "Era un poco jotillo", dice de Zapata. "Era un poco marica, con sus botas y su aspecto de vaquero".

Esta queerización de Emiliano Zapata ha sido polémica. En 2019, el artista Fabián Cháirez expuso en el Palacio de Bellas Artes una pintura de un Zapata desnudo montando a caballo y usando tacones altos que también eran revólveres. Algunos miembros de la familia de Zapata se indignaron, afirmando que representar a un Zapata marica era ofensivo para su legado. Un grupo de trabajadores agrícolas, partidarios de las creencias de Zapata, se manifestaron fuera del museo, expresando el mismo malestar y pidiendo que se retirara el cuadro.

Pero La Zavaleta se inclinó.

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"Me puse un sombrero muy grande, me puse unas botas con un pico muy grande, un brazo con una pistola y, bueno, disparé como pa-pa-pa", dice describiendo el look.

Cuando se trata de su look, La Zavaleta encuentra inspiración en Lady Gaga, cuyas canciones le gusta sincronizar con los labios. Pero es cuando interpreta canciones en español cuando siente que El arte de La Zavaleta está en su apogeo.

"Hago canciones de Gaga para subir la energía", explica. "Pero hago canciones en español porque tienen un mensaje. La gente que me sigue se queda con esas letras que les hacen pensar en otra cosa, es lo que hago en mi arte, hacer que la gente piense otra cosa."

Para La Candelaria, una reina de Bushwick, su ropa la hace sentirse más ella misma en el escenario. La primera vez que vio su futuro como drag fue en la basura, cuando encontró un vestido de novia de Vera Wang en un contenedor mientras paseaba por Madison Avenue hace unos tres años. Se lo llevó a casa, descosió las piezas y las reutilizó para crear un vestido nuevo.

Llamó Soledad al nuevo vestido blanco, espumoso y etéreo. La Candelaria se lo puso para actuar por primera vez como travesti en un concurso de talentos en la Casa del Sí. Esa noche hizo la sincronización labial de la balada desgarradora "Mi Talismán", de la vozarrón mexicana Ana Gabriel.

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Antes de mudarse a Nueva York, La Candelaria dice que era una niña católica bien educada que ni siquiera se atrevía a maldecir. Nació en Pereira, Colombia, en el seno de una familia muy católica, en la que dice que fue el primer miembro abiertamente gay. Creció sintiéndose reprimida y sin oportunidades de explorar su expresión de género u orientación sexual. Esto no cambió cuando se trasladó a Medellín para estudiar diseño de moda.

El matrimonio entre personas del mismo sexo se legalizó en Colombia en 2016, y la adopción por parte de parejas del mismo sexo se permitió en 2015. Pero Colombia sigue siendo considerado el segundo país más peligroso de América para vivir como miembro de la comunidad LGBTQ+, según un informe limitado de 2019. "En Colombia, el problema es que cuando estás demasiado segura de tu feminidad, la gente que te rodea no lo acepta", dice La Candelaria. "Yo me siento muy cómoda con la energía femenina, puedo manejarla, soy capaz de trabajar con ella, me identifico".

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Si se hubiera quedado en Colombia, dice, su personaje de drag no existiría o, si existiera, sería muy diferente. Allí habría tardado más tiempo en alcanzar el nivel de libertad personal y artística del que disfruta ahora. Más allá de la moral católica, los cánones de belleza que favorecen los cuerpos delgados y las reinas de belleza la habrían presionado para tener un aspecto determinado. "En Colombia, La Candelaria habría ido por otros derroteros", dice la intérprete. "Allí, todo es, parecer mujer, estar guapa".

La Candelaria recuerda los primeros días de ponerse los vestidos que siguió diseñando después de aquella nueva versión de un Vera Wang como un momento para reflexionar sobre quién era en realidad. Fue un proceso alimentado por la mentalidad abierta que encontró en Nueva York. A través del drag, se empoderó de su feminidad y, al mismo tiempo, se abrió a otras posibilidades de sí misma.

Pero el acogedor ambiente queer que las drag queens latinas, BIPOC, trans y no binarias encuentran en Brooklyn contrasta con el alarmante panorama de Estados Unidos en su conjunto. En todo el país, un número cada vez mayor de legislaturas estatales están aprobando proyectos de ley destinados a prohibir las actuaciones públicas de drags. Según el Movement Advancement Project, en septiembre se habían presentado 725 proyectos de ley contra la comunidad LGBTQ+.

Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura Las prohibiciones de las travestis no son nuevas, y las leyes no han cambiado mucho desde 1887 En Estados Unidos hay una larga historia de actuaciones que cambian de género.

Desde el año pasado, la alegría de la liberación que caracterizaba las actuaciones drag se ha visto ensombrecida por leyes que pretenden prohibir que lo que se denomina "imitadores masculinos o femeninos" actúen en espacios públicos o en presencia de niños. El texto de uno de los proyectos de ley de Tennessee afirma que las actuaciones de drags son "perjudiciales para los menores" y deben prohibirse a menos de 1.000 pies de escuelas, parques públicos y lugares de culto.

La retórica de estas leyes oscurece la definición de drag, tratándolo como algo indistinto de la identidad de género. También califica el drag como entretenimiento para adultos e implica que los drag queens son potencialmente groomers y pedófilos. Alentados por esto, grupos de extrema derecha, como los Proud Boys, han amenazado y atacado eventos drag, como las horas de cuentos drag. En Nevada y en el condado de Alameda, California, atacaron bibliotecas en junio del año pasado. El grupo ha utilizado armas de fuego para boicotear espectáculos destinados a que los niños aprendan sobre la alegría de la autonomía corporal y la libertad de expresión.

En medio del caos legal y mediático, prohibir el drag se ha convertido en una forma de eliminar espacios donde las personas queer pueden acudir para sentirse seguras rodeadas de otras personas queer. También es una forma de abortar la existencia de los niños queer, trans y no binarios, impidiéndoles encontrar alegría y consuelo al ver prosperar a sus mayores.

El peligro aún abunda en el país natal de La Candelaria, pero Colombia es ahora testigo de un manantial de grupos activistas queer y trans que utilizan el arte y los movimientos voguing para apoyar las protestas sociales; son firmes en su postura contra cualquier tipo de fobia o censura contra la comunidad LGBTQ+. En 2021, durante las protestas sociales contra el gobierno conservador en el poder en aquel momento, Pantera Godoy, una organizadora trans afrocolombiana, y otros bailarines de vogue como Piisciis, Nova y Axid hicieron twerking frente a los escudos y armaduras de los antidisturbios, utilizando la expresión queer en oposición a la opresión.

Cómo las drag queen latinas de Brooklyn encuentran la libertad a través de su cultura Juan de Dios Sánchez Jurado

Queens en Brooklyn utilizan su actuación, su apariencia y su comunidad para crear conexiones con sus raíces, lo cual está permitido -e incluso se celebra- debido a la rica cultura drag, queer y latinx que han fomentado en una ciudad que en gran medida ofrece un espacio seguro para muchas comunidades marginadas. Pero ni siquiera la comunidad más rica puede crear siempre la comodidad del hogar. Para La Candelaria, es esa añoranza de su país natal y de su familia lo que la llama a volver. "Tuve que distanciarme y separarme todo lo posible para descubrir quién era", dice. "Ahora quizá pueda volver a conectar".

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