Crítica de "Snack Shack": Gabriel LaBelle y Conor Sherry interpretan a adolescentes buscavidas en una historia de madurez de manual



	
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¿Recuerdas cómo pasabas los veranos de tu infancia? ¿Estabas en la piscina comiendo chatarra en el quiosco? ¿Ibas en bici a todas partes? ¿Peleando a puñetazos con tu mejor amigo? ¿Enamorándote de una chica de fuera? ¿Algo por el estilo? O quizá acabas de ver una película así. La comedia juvenil "Snack Shack" se basa cómodamente en ese tipo de familiaridad. Armado con un reparto de talento, el largometraje de 1991 del guionista y director Adam Rehmeier se encuadra felizmente en una tradición de hedonismo adolescente y amplias oportunidades de aprendizaje, asentándose en un brillo genérico pero cálido.

Los actores de veintipocos años Conor Sherry y Gabriel LaBelle encabezan la película, forzando las leyes de la verosimilitud en el papel de mejores amigos de 14 años, pero resultando verosímilmente adolescentes con su compenetración poco convincente. Ambos interpretan a AJ y Moose, un par de buscavidas a la caza de su próximo golpe tras elaborar en casa una cerveza "jodidamente bebible". Cuando Shane (Nick Robinson), el simpático socorrista universitario, les informa de que el Snack Shack que hay junto a la piscina se alquila para el verano, los chicos ven el signo del dólar.

Rehmeier angula el estilo para conseguir un factor de nostalgia, naturalmente. (La producción se rodó en Nebraska City, su ciudad natal). Pocas veces se ha fotografiado con tanto cariño un perrito caliente sudado en el microondas. Además, el cineasta introduce muchos otros anacronismos para establecer un tono alegre, como una tarjeta de presentación retro con las empresas de producción, un vestuario colorido y muchas bandas sonoras típicas de la Generación X. (Incluso consiguieron los derechos de la música para la película). (Incluso se hicieron con los derechos de "Age of Consent").

AJ y Moose no son los hombres de negocios más precavidos. Una escena inicial nos presenta a los dos fumando cigarrillos a través de las fronteras estatales, fugándose de una excursión escolar para hacer apuestas en las pistas (y ni siquiera sobre caballos, sino sobre perros). Los padres de AJ (David Costabile y Gillian Vigman) no aprueban la elección de amigos de su hijo y albergan la esperanza de que se dedique a aventuras empresariales socialmente más aceptables. Pero después de que Moose presione al más tímido AJ para que vacíe su cuenta bancaria por una oferta excesiva por el Snack Shack, la única forma de salir de los números rojos es apostar todo al negocio.

El mal comportamiento de AJ y Moose tiende a convertirse en una bola de nieve al igual que sus planes. "Snack Shack" está plagada de palabrotas, una decisión que no resulta ni entrañable ni irritante, sino que se adormece en un dialecto unificador apropiado para la edad: "¡Dale a esa mierda!", ordena un adolescente mientras otro da el más delicado sorbo a una cerveza light. Rehmeier no es capaz de crear un factor de choque para hacer reír con la forma exclamativa de hablar de sus personajes, pero hay una cojera creíble y algo conmovedora en ella. Los chicos cobran los perritos calientes escribiéndoles palabras de cuatro letras con condimentos, una novedad demasiado orgullosa de sí misma que resume su forma de abordar el lenguaje.

Otra blasfemia efectivamente chirriante: "Cerdo de mierda", el horrible apodo con el que la chica de al lado Brooke (Mika Abdalla) llama a AJ a lo largo de la película. Al igual que en muchas otras películas de adolescentes, este irritante enamoramiento no es precisamente el personaje mejor dibujado, un defecto acentuado por la molesta música que se cuela cada vez que comparte una escena con AJ. Pero Abdalla y Sherry logran una química ganadora, y la actriz ofrece algunos indicadores sutiles de que el distanciamiento irónico de Brooke enmascara una tristeza más privada. "Snack Shack" funciona en gran medida como una floja serie de travesuras, pero el incipiente romance adolescente ofrece una columna vertebral, así como una oportunidad para ponerse dramática una vez que Brooke llama la atención de Moose, poniendo previsiblemente en peligro la amistad de los chicos.

LaBelle también causa una gran impresión. Tras haber sido contratado por Steven Spielberg para interpretar al autorretrato de voz suave del director en "Los Fabelman", el actor de 21 años demuestra su valía una vez más aquí, intensificando su interpretación de un alfa que finge hasta que lo consigue, cuyo comportamiento entusiasta oculta claramente algunas deficiencias emocionales. El reparto demuestra talento en todos los aspectos, puesto a prueba por un tirón de orejas en el último acto, en el que los personajes se enfrentan a asuntos más serios que los enamoramientos y las chocolatinas.

Rehmeier demuestra ser menos versátil en esa transición. El director posee un sentido ganador del descubrimiento cómico, dando la bienvenida a formas inesperadas de prolongar interacciones incómodas -como cuando AJ parece caerse accidentalmente de su bicicleta mientras se aleja a toda prisa de Brooke-, a la vez que sabe cuándo poner un botón a las escenas cada vez que un personaje alcanza una profunda vergüenza.

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