El arte perdido de la presencia

El arte perdido de la presencia

"¡Necesito una foto para Instagram! ¡Esta sería bonita para VSCO! ¿Podemos hacer una TikTok?" La tecnología y las redes sociales consumen a los adolescentes. Nos hemos centrado más en presumir ante nuestros compañeros que en conectar con ellos.

Al entrar en un colegio, se ve a los niños sentados en sus teléfonos en lugar de hablar cara a cara. En los restaurantes, los adolescentes tratan de conseguir una foto perfecta de Instagram con sus amigos, mientras que los millennials intentan capturar la foto perfecta de su comida para su historia. Incluso en los conciertos, miles de teléfonos están en el aire, con gente mirando a través de la pantalla en lugar de disfrutar de verdad de lo que tienen delante.

Nos defendemos diciendo que estamos "capturando el momento" y que "son recuerdos que queremos recordar", pero si estamos demasiado centrados en capturar el momento, ¿estamos viviendo en él? Decimos que "las redes sociales nos conectan" porque "tenemos el mundo entero al alcance de la mano", pero ¿no nos distraen de las personas que tenemos delante? Decimos que las redes sociales sirven para "expresarse", pero ¿nos expresamos nosotros mismos o nos centramos en crear una imagen en línea?

La tecnología y las redes sociales tienen muchos efectos negativos que a menudo se pasan por alto. Las redes sociales se han convertido en una gran distracción en nuestras vidas. Pensamos demasiado en las opiniones de extraños. Nos comparamos con los demás, aun sabiendo que sólo vemos una parte de sus vidas. Los comportamientos negativos se exhiben y normalizan, lo que hace que se extiendan a partes más profundas de nuestras vidas. Estamos colectivamente de acuerdo en que estamos experimentando la "putrefacción cerebral de Internet", pero no tomamos medidas para solucionarlo.

Aunque la tecnología es una herramienta valiosa cuando se utiliza adecuadamente, muchos adolescentes, entre los que me incluyo, se encuentran en situaciones de uso excesivo. Sin embargo, sugerir que se eliminen por completo las redes sociales no es un cambio factible. Las redes sociales se han integrado en nuestras vidas y no es algo a lo que se pueda renunciar tan fácilmente. Dependemos de ellas, aunque no nos guste admitirlo. Las redes sociales tienen sus aspectos positivos: podemos llegar a más gente, conectar con otras personas de todo el mundo, recibir actualizaciones rápidas desde cualquier lugar y en cualquier momento, y tener un lugar donde expresarnos. Todas estas cosas son buenas, pero debemos ser conscientes de cómo las utilizamos.

El primer paso es reconocer el problema y asumir la responsabilidad. Pero no basta con reconocer el problema y seguir navegando. Tenemos que actuar y limitar nuestro uso de las redes sociales, especialmente cuando estamos rodeados de otras personas. La tranquilidad puede ser buena, pero también lo es la conexión, por lo que debemos ser conscientes de su uso. Las redes sociales o el desplazamiento no son necesarios cuando hay alguien delante. Debemos permitirnos dejar el teléfono y disfrutar del momento. Cuando estamos solos, la conexión puede ser buena, pero también la tranquilidad. El silencio sin tecnología nos permite pensar y reflexionar sin distracciones, lo que puede ayudarnos a crecer. Establecer tiempos de pantalla puede ser una herramienta útil para limitar su uso, pero no lo será si seguimos pulsando el botón de "ignorar límite".

Ser el primero en hacer el cambio es el comienzo más difícil, pero se puede hacer un cambio con autodisciplina. Si tomamos medidas colectivas para reducir el uso de las redes sociales, el cambio positivo es posible. Si damos prioridad a las conexiones personales genuinas frente a las interacciones en las redes sociales, podemos remodelar nuestra relación con la tecnología y las redes sociales para conseguir un equilibrio más saludable.

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