El dolor de los amigos

El dolor de los amigos

Sabía que la gente iría y vendría, entraría en mi vida y saldría. Sabía que no todo el mundo se quedaría conmigo y que conocería a gente que me vería gritar pidiendo ayuda, y aun así me tiraría por el precipicio.

En los libros que leía y en los carteles pegados en los pasillos de los colegios, nos advertían sobre el dolor de perder a una pareja romántica. Los consejeros escolares nos traían a las aulas para advertirnos de que no nos perdiéramos a nosotros mismos tras una ruptura, de cómo tú, como persona, eres mucho más fuerte y puedes definirte como algo más que una novia. Lo importante que es tener un sistema de apoyo. ¿Qué ocurre cuando se rompe tu sistema de apoyo?

Pensaba que nuestros lazos de amistad eran fuertes. No se romperían, ni se agrietarían, ni vacilarían. Nos habíamos visto a través de las lágrimas y el dolor, la ira y la alegría. Noté que mis amigos se distanciaban de mí, que no respondían a mis mensajes ni a mis sonrisas. Compartían bromas internas pero me dejaban al margen. Lo ignoré. Me advirtieron de que mis amigos me dejarían. Eso también lo ignoré. Qué sabrán ellos, pensé. Observé cómo mis amigos me dejaban atrás mientras yo corría detrás de ellos. Pero esta distancia era algo pasajero. Teníamos tantos recuerdos juntos, nos habíamos pegado el uno al otro. No querían, no podían dejarme atrás.

Cuando llegó el golpe, cuando quedé destrozado en el suelo, confundido y herido por aquellos en quienes había confiado, no me di cuenta. No sabía lo que había hecho, no sabía que a veces no hace falta haber hecho nada. A veces la gente puede cortarte y seguir adelante como si no hubiera pasado nada, porque para ellos, sí que lo había pasado.

Cuando todos los libros que había leído y todas las advertencias que había recibido se habían centrado únicamente en las relaciones románticas, me sorprendió la ruptura de mi amistad. ¿Cómo podía continuar, cómo podía hacer nuevos amigos si los que tenía, en los que confiaba y a los que quería me habían mirado y considerado indigna? Nadie me había dicho lo doloroso que era que te apuñalaran por la espalda aquellos en los que habías confiado por encima de todo.

Algunas noches, lloraba. A salvo bajo las sábanas de mi cama, rememorando nuestros buenos recuerdos. Pero la mayoría de las noches me enfadaba. Me imaginaba irrumpiendo ante ellos y exigiéndoles respuestas. Aunque los veía todos los días en clase, nunca hablaba con ellos, ni ellos conmigo. Aprendí a seguir adelante, a mirar nuestra amistad no con lágrimas, sino con una sonrisa agridulce. Aprecié a mis nuevos amigos, pero no olvidé a los antiguos. Aún los recuerdo y aún estoy triste. Pero ahora también puedo alegrarme de haber pasado el tiempo que pasamos juntos. Ahora puedo alegrarme de tener nuevos recuerdos y de vivir sin ellos. Ahora puedo decir que estoy mejor sin ellos, y que soy una persona diferente de la que era entonces, y que me gusto más ahora.

Ahora sé quién soy.

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