El hinduismo me da claridad en un mundo caótico

El hinduismo me da claridad en un mundo caótico

Mientras el resplandor de las luces de Diwali marcaba el triunfo de la luz sobre la oscuridad, reflexioné sobre el impacto del hinduismo en mi vida. Uno de los rituales asociados a Diwali es la sesión de oración a los dioses. Estas oraciones sirven para recordar la importancia de la gratitud y las conexiones espirituales. El énfasis en la gratitud, la atención plena y la honestidad es inherente a las prácticas hindúes e influye en mi forma de afrontar los retos e interactuar con los demás.

Mi hinduismo me ofrece una identidad colectiva, además de crear diversidad en América. Si tengo hijos, sé que transmitiré estas prácticas y valores culturales y enseñanzas. El hinduismo, con su antigua sabiduría y sus profundas enseñanzas, ha entretejido intrincadamente sus hilos en el tejido de mi vida, dando forma a mis creencias, a mis valores. Para mí, no se trata sólo de creer, sino de practicar. El hinduismo es una filosofía que me guía y que resuena en lo más profundo de mi alma, proporcionándome un sentido de propósito y conexión con el universo, guiando mi forma de actuar en la vida cotidiana.

Donde yo vivo, en Nueva Jersey, están construyendo el segundo templo hindú más grande del mundo, y acogemos a gente que quiere aprender más sobre el hinduismo como forma de vida. Para mí, hay tres filosofías que conforman mi perspectiva y mi forma de pensar.

Uno de los valores centrales del hinduismo es el concepto de dharma, el deber recto o la responsabilidad moral que rige nuestras acciones. Al crecer, mis padres me inculcaron la importancia de llevar una vida alineada con el dharma, animándome a tomar decisiones que contribuyeran al bien común y defendieran principios éticos. Por ejemplo, ser sincero con uno mismo y con los demás para no poner a nadie en peligro es un principio del dharma. Esta comprensión de lo que es bueno se ha convertido en la brújula con la que navego por las complejidades de la vida, ofreciendo claridad en momentos en los que podría haber ambigüedad. Un día, me encontré formando parte de un proyecto de grupo en el que mis compañeros proponían un atajo hacia el éxito que implicaba el plagio. La presión por obtener buenos resultados académicos era intensa, y la tentación de seguir el plan flotaba en el aire. En ese momento, mi comprensión del dharma, que hacía hincapié en la honradez, la integridad y la importancia del trabajo duro, se convirtió en mi brújula. Sentí una oleada de conflicto interno al sopesar los beneficios a corto plazo y las consecuencias a largo plazo de comprometer mis principios. Reflexionando sobre las enseñanzas y los valores que me inculcaron, me di cuenta de que tomar el camino de la honradez y el trabajo duro estaba más en consonancia con mi concepción de lo que es verdaderamente bueno. A pesar de la ambigüedad y de la presión social para conformarme, mi compromiso con el dharma me aportó claridad. Decidí abordar el tema con mi grupo, sugiriendo un enfoque alternativo que implicaba poner el esfuerzo necesario y mostrar nuestras fortalezas individuales.

El karma es otro valor que determina mi perspectiva. La filosofía del karma afirma que nuestras acciones tienen consecuencias, y sirve como recordatorio constante para actuar con atención e intención. El karma me obliga a considerar las consecuencias de mis decisiones en mi entorno inmediato. El Bhagavad Gita, un libro de las escrituras hindúes, surgió como una luz de guía, que ofrece ideas sobre la resiliencia y el autodescubrimiento. El consejo del Gita de cumplir los deberes sin apego a los resultados se convirtió en un mantra que interioricé y me dio fuerzas para perseverar con determinación. Por ejemplo, el voluntariado no tiene que ver con los resultados o los logros. En cambio, se trata de ayudar a la gente y poner el foco en la otra persona más que en uno mismo. El karma me recuerda que lo bueno que hago volverá a mí de alguna manera, pero también las cosas desagradables o hirientes. Cada día intento recordarme a mí mismo que debo hacer más cosas positivas porque, al final, me llegarán más resultados positivos por haber ayudado a mi hermano con los deberes o por haber completado mis tareas sin hacer trampas.

Además, el énfasis del hinduismo en la meditación y la introspección se ha convertido en parte integrante de mi rutina diaria. Una vez a la semana, hago una serie de posturas de yoga y recito afirmaciones. Suelo hacerlo durante una hora sin música. Cada vez que lo hago, conecto con una deidad distinta, pero con la que más conecto es con Hanuman. A veces le pido ayuda o alabo sus virtudes. La práctica de conectar con lo divino a través de la meditación me permite ahondar en las profundidades de mi conciencia, fomentando la autoconciencia y una sensación de paz interior. En un mundo acelerado, lleno de ruido y distracciones, estos momentos se han convertido en un santuario que ofrece refugio y rejuvenecimiento a mi mente y mi espíritu.

El hinduismo no sólo ha conformado mi visión del mundo. Me impulsa a ver los retos como oportunidades de crecimiento, a acercarme a los demás con compasión. Al recorrer el camino iluminado por la sabiduría del hinduismo, no soy simplemente un seguidor de una fe; soy un buscador de la verdad. El hinduismo ha dado forma a mi vida y me ha enseñado valiosas lecciones.

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