Ir a la universidad y echar de menos a tu madre

Ir a la universidad y echar de menos a tu madre

El cambio de ir a la

universidad

El fin de semana pasado tuve que despedirme otra vez de mi madre; y déjenme decirles que nunca se hace más fácil. Al estar en el penúltimo año de la universidad, pensé que ya sería más fácil, pero no fue así. Tal vez sólo me siento emocional porque escribí esto el día de su cumpleaños, pero a veces me gustaría poder volver a los días en que no tenía que llamar a mi mamá para escuchar su voz cálida y acogedora, mientras que antes, simplemente podía entrar en la habitación de al lado cada vez que quería hablar o simplemente molestarla con mi presencia.

Echando de menos a mi madre

Siempre he sabido que quería mudarme lejos de mi ciudad natal y, por consiguiente, también de mi familia, pero a pesar de saberlo, mi madre siempre ha sido mi mejor amiga. Entendía que alejarme de ella iba a ser probablemente la parte más dura de la universidad, pero ojalá hubiera apreciado un poco más los momentos con ella.

What Moms Are For

El fin de semana pasado, mi madre condujo 16 horas en total, sólo para pasar 24 horas conmigo. Una locura, ¿verdad? Cada minuto valió la pena. Ponerse al día y pasar tiempo con ella, por corto o largo que fuera, significó más para mí que cualquier distancia.

En todos los aspectos de la vida, si algo se convierte en rutinario y esperado, empieza a perder su significado. Sólo apreciamos la luz del sol cuando ha estado diluviando durante semanas. De la misma manera, sólo apreciamos la rutina habitual del año escolar cuando termina el verano y nos quedamos en casa sin nada que hacer.

Las madres son parecidas.

El amor habitual de las madres

Cuando te despiertas en la misma casa que ellas todos los días, desayunas con ellas, viajas en el coche con ellas, charlas con ellas y les confías tus preocupaciones diarias, es fácil perder de vista lo increíbles y especiales que son nuestras madres. Parece como si siempre fuera a estar ahí; bueno, lo está y, lo que es más importante, quiere estarlo.

A veces damos por sentada la presencia de nuestras madres.

Nunca minimices el amor de una madre

Si aún vives con tu madre, entra en la otra habitación y dale un fuerte abrazo. Si eres como yo y vives solo, y ya has llegado a la misma conclusión, llámala y dile cuánto la quieres (créeme, le alegrarás el día).

Aprecia cada momento que pases con tu madre. Puede que ahora no te des cuenta, o que simplemente no me creas, pero llegará un momento en tu vida de joven adulto en el que desearás haber pasado más tiempo con ella, aunque solo fuera unas horas.

Aprovecha al máximo el tiempo que pases con ella y no olvides tenderle la mano, ¡no importa lo lejos que lleguéis!

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