¿Son voluntarias las creencias?

¿Son voluntarias las creencias?

Introducción

¿Alguna vez se ha visto atormentado por la noche por pensamientos inoportunos que lucha por acallar? Esta corriente continua de pensamientos nos obliga a preguntarnos si las creencias, las causas y formaciones de los pensamientos, pueden considerarse voluntarias. La creencia, en términos psicológicos, es la aceptación mental o convicción en la verdad o actualidad de ciertas ideas (Connors y Halligan, 2015). Sin embargo, esta definición plantea la cuestión de si siempre tenemos la oportunidad de evaluar la validez o la verdad de un asunto y, por tanto, si siempre elegimos conscientemente formar y utilizar creencias de forma voluntaria. Al explorar cómo el subconsciente crea nuestras creencias, cómo los factores externos moldean nuestras creencias y ejemplos de creencias involuntarias en entornos cotidianos, este ensayo sostiene que muchas de nuestras creencias se forman involuntariamente a pesar de la capacidad humana para razonar.

El carácter voluntario de las creencias

Algunos filósofos, entre ellos Agustín y Escoto, afirman que los seres humanos tienen libre albedrío (O'Connor y Franklin, 2018). El libre albedrío es la capacidad de autodirección ("APA Dictionary of Psychology", s.f.), que permite a los individuos formar creencias voluntarias autónomas. Por lo tanto, algunos pueden interpretar las creencias voluntarias como expresiones del libre albedrío de un individuo. Por ejemplo, se ha descubierto que la mentalidad de los estudiantes, concretamente la percepción que tienen de sus capacidades, es un factor crucial que influye en su motivación y sus logros (Dweck, 2015). El hecho de que los estudiantes puedan aprender a desarrollar una mentalidad de crecimiento para obtener mayores logros significa que la adopción de creencias es un proceso voluntario, ya que los estudiantes pueden elegir activamente lo que creen.

La conciencia, o nuestro conocimiento de nuestros pensamientos, acciones y del mundo, es un factor fundamental en las creencias voluntarias. Las creencias son voluntarias cuando pensamos críticamente y tomamos conciencia de nuestros pensamientos, lo que influye en la formación de creencias.

El pensamiento crítico consciente puede observarse a través de la lente de la neurología. Los lóbulos frontales de los seres humanos se caracterizan por su capacidad de libre albedrío, ya que pueden controlar múltiples estrategias de comportamiento y evaluar su capacidad predictiva (Collins y Koechlin, 2012). La estructura binaria de control ejecutivo del lóbulo frontal fomenta la exploración y las nuevas estrategias en situaciones inciertas. Este modelo integrado de la función frontal humana abarca procesos cognitivos como el razonamiento y el aprendizaje y facilita la toma de decisiones y los comportamientos adaptativos (Collins y Koechlin, 2012), lo que pone de relieve la naturaleza voluntaria de nuestros procesos de pensamiento y, por tanto, nuestra formación de creencias.

Desde un punto de vista evolutivo, los seres humanos abarcan este proceso cognitivo porque han evolucionado para ocupar un "nicho cognitivo" distintivo, que implica la supervivencia mediante la manipulación del entorno utilizando el razonamiento causal y participando en la cooperación social. En este nicho cognitivo se han desarrollado diversas facultades psicológicas que permiten el pensamiento abstracto y el uso del lenguaje. Esta teoría evolutiva propone que las creencias pueden ser voluntarias, ya que los individuos pueden razonar críticamente y evaluar para formarse creencias (Avise y Ayala, 2010).

A partir de este marco neuronal en los lóbulos frontales, se hace evidente la naturaleza voluntaria de las creencias, que se alinea con las dimensiones multifacéticas del libre albedrío, incluyendo el autocontrol, la elección racional, la iniciativa y la planificación (Baumeister y Monroe, 2014). Un ejemplo concreto que pone de relieve la capacidad voluntaria de las creencias puede observarse en la adopción de una dieta saludable por parte de ciertas personas. Aunque la gratificación instantánea y el hambre hedonista llevan a las personas a consumir alimentos principalmente por placer (Espel-Huynh et al., 2018), algunos individuos eligen conscientemente una dieta que prioriza la salud y la nutrición. Este proceso deliberado de toma de decisiones está motivado por su creencia en los beneficios a largo plazo de una dieta saludable, incluida la prevención de enfermedades no transmisibles (Organización Mundial de la Salud, 2021). Además, esto requiere adoptar una mentalidad de crecimiento y creer en la propia capacidad para mantener una dieta saludable. Esta mentalidad de crecimiento pone de relieve la naturaleza voluntaria de las creencias, ya que las personas tienden a tomar decisiones que maximizan sus propios intereses. Sin embargo, es importante reconocer que no todas las personas toman sistemáticamente decisiones racionales con respecto a su dieta, dado que aproximadamente el 38% de la población mundial mayor de cinco años fue clasificada como obesa en 2020 (Elflein, 2023). Este fenómeno plantea interrogantes sobre la coherencia de la toma de decisiones racionales. De ahí que se proponga que los seres humanos pueden modificar sus creencias para tomar decisiones autodirigidas.

El subconsciente y las creencias involuntarias

A pesar de la capacidad de raciocinio de los seres humanos, nuestras creencias subconscientes suelen influir en las decisiones antes de que las evaluemos conscientemente y determinemos el resultado. Esto demuestra que nuestra capacidad para emplear el razonamiento no siempre se utiliza plenamente. Los investigadores han descubierto mediante escáneres cerebrales que numerosos procesos cerebrales automáticos se producen en regiones como el córtex frontopolar medial y el precuneus posterior sin que seamos conscientes de ello durante tareas rutinarias (Soon et al., 2008). Este hallazgo cuestiona la noción convencional de que las decisiones se originan únicamente a partir de creencias conscientes. Sugiere que nuestras creencias no siempre son voluntarias; los procesos subconscientes pueden darles forma antes del razonamiento consciente.

En un estudio posterior sobre toma de decisiones más complejas, los investigadores pudieron predecir las decisiones de los sujetos basándose en señales cerebrales previas observadas en el córtex prefrontal medial y el córtex parietal hasta cuatro segundos antes de que los participantes fueran conscientes de sus elecciones (Soon et al., 2013). Este estudio puso aún más de relieve la falta de evaluación y razonamiento de la humanidad; en su lugar, a veces optamos por confiar en creencias subconscientes. Los hallazgos en estos procesos de toma de decisiones ponen de relieve que la actividad cerebral inconsciente se extiende más allá de la preparación motora, operando a varios niveles de complejidad, lo que implica que las creencias desempeñan un papel subconsciente. No obstante, la relación precisa entre los procesos neuronales inconscientes y las intenciones conscientes sigue siendo objeto de debate; el retraso entre la aparición de predictores neuronales y las intenciones conscientes puede no deberse a procesos inconscientes, sino a evaluaciones conscientes en curso. Aunque las implicaciones exactas de estos hallazgos no se comprenden del todo, los estudios indican que nuestros pensamientos subconscientes pueden pesar más que nuestros pensamientos críticos, subrayando así que las creencias son involuntarias.

El sesgo inconsciente ilustra aún más la naturaleza involuntaria de las creencias. El sesgo inconsciente se produce cuando las creencias se ven influidas por patrones de pensamiento, suposiciones o interpretaciones profundamente arraigados sin ser conscientes de ello (Chambon y Haggard, 2012). Los prejuicios y la discriminación pueden ser el resultado de estos sesgos, ya que afectan a la forma en que percibimos y evaluamos a los demás (Smith et al., 2004), influyendo en nuestras creencias al respecto. Nuestro cerebro inconsciente procesa constantemente la información, busca patrones y establece conexiones, lo que posiblemente conduzca a la formación de estereotipos y comportamientos sesgados (Raymond, 2013). Por ejemplo, desde que nacemos, preferimos de forma natural a las personas similares a las que nos rodean. Esta creencia involuntaria, impulsada por sesgos inconscientes, nos dice que algunas personas son más fiables que otras, lo que pone de relieve que los seres humanos no siempre utilizamos un razonamiento independiente.

La influencia de los factores externos y las creencias involuntarias

Aunque las personas tomen decisiones antes de ser conscientes, no se puede pasar por alto la influencia de factores externos en la formación de creencias, ya que éstas no son construcciones puramente voluntarias formadas por pensamientos y evaluaciones independientes.

Un factor externo importante, las experiencias de la infancia, ejercen una influencia significativa en el sistema de creencias de toda la vida y en la creación de creencias autolimitadoras. Estas creencias, establecidas a través de las interacciones con las figuras parentales, permanecen incuestionables y sirven como principios rectores (Rees, 2020). La memoria implícita, que se desarrolla desde el nacimiento, implica la construcción de modelos mentales inconscientes basados en las interacciones con los cuidadores. Los bebés con un apego seguro desarrollan imágenes positivas de sus padres, percibiéndolos como fuentes de seguridad y cariño. Por el contrario, los bebés con un apego inseguro forman representaciones mentales negativas, viendo a sus padres como fuentes de amenaza sin afecto (Levy, 2021). En consecuencia, estas imágenes mentales conforman las creencias de los niños sobre las personas que les rodean desde una edad temprana. A medida que los niños crecen, surge la memoria explícita, que les permite recordar conscientemente acontecimientos específicos, incluidas impresiones sensoriales, sensaciones corporales y asociaciones emocionales asociadas con las interacciones parentales (Jawabri y Cascella, 2020). Freud propuso que la ansiedad en los adultos a menudo se remonta a experiencias de la primera infancia. Argumentó que la fuente de ansiedad y creencias negativas de una persona adulta está influida por su experiencia infantil, lo que sugiere una correlación potencial entre sus creencias adultas y su experiencia temprana. Además, codificadas en la región límbica del cerebro, estas experiencias tempranas se solidifican en modelos de trabajo internos o creencias básicas sobre uno mismo, los demás y el mundo. La formación del autoconcepto de un individuo, que influye en cómo se percibe a sí mismo, desempeña un papel crucial en la formación de sus sistemas de creencias (Rosenberg, 1989). A pesar de nuestros intentos de elegir conscientemente nuestras creencias, la influencia de estas creencias fundamentales opera más allá de nuestro control consciente, poniendo de relieve la naturaleza involuntaria de nuestros sistemas de creencias.

El fenómeno de la influencia social también subraya la naturaleza involuntaria de la formación de creencias. La influencia social se refiere al proceso por el que los individuos adaptan sus opiniones, revisan sus creencias o alteran su comportamiento a través de interacciones sociales con otros (Moussaïd et al., 2013). La influencia social desempeña un papel destacado en la configuración de fenómenos autoorganizados en nuestra sociedad interconectada. Por ejemplo, un reto fundamental derivado de la influencia social es que los individuos tienden a desarrollar una mayor confianza en sus creencias al percibir la alineación con las opiniones de los demás (Moussaïd et al., 2013). Este fenómeno social pone de relieve que una confianza elevada indica consenso más que precisión individual cuando los juicios están sujetos a la influencia social; esto no se ajusta a la definición de creencia voluntaria, que es cuando creemos que algo es cierto. Por lo tanto, la naturaleza involuntaria de la formación de creencias se hace evidente, ya que las convicciones de los individuos son susceptibles a factores externos como las opiniones de los demás (Cialdini y Goldstein, 2004).

Creencias involuntarias en prácticas cotidianas

Las técnicas de hipnosis como la relajación, la visualización y la sugestión positiva pueden aplicarse de diversas maneras para mejorar nuestra vida cotidiana. Los cambios neuronales asociados a la hipnosis demuestran cómo se puede influir en las creencias de forma involuntaria. Durante la hipnosis, disminuye la actividad del cíngulo anterior dorsal, un componente de la red de saliencia del cerebro, lo que permite a los individuos participar en actividades autosugestionadas o aconsejadas por el clínico sin sentirse autoconscientes (Williams, 2016). Además, las conexiones entre la corteza prefrontal dorsolateral y la ínsula aumentan, mientras que las conexiones entre la corteza prefrontal dorsolateral y la red de modos por defecto disminuyen (Williams, 2016). Estos cambios en la actividad neuronal y la conectividad durante la hipnosis pueden dar lugar a modificaciones en las creencias, lo que pone de relieve la involuntariedad de las creencias, ya que pueden ser modificadas por otros. Un estudio en el que participaron más de 100 pacientes que sufrían afecciones relacionadas con el estrés descubrió que el 75% creía que sus síntomas mejoraban tras 12 semanas de práctica de autohipnosis, y el 72% informó de una remisión completa en el plazo de un año (Maher-Loughnan, 1980). Esta evidencia subraya aún más la naturaleza involuntaria de las creencias, ya que la aceptación subconsciente de los pacientes y su compromiso con la autohipnosis ayudaron a mejorar y, finalmente, a resolver los síntomas. Algunos pueden argumentar que hipnotizarse es una elección activa, ya que puede plantearse desde la creencia voluntaria de que les beneficia. Sin embargo, es crucial señalar que la hipnosis puede modificar los procesos cerebrales humanos, lo que subraya la capacidad de alteración de las creencias, independientemente de nuestras intenciones o deseos conscientes.

La imprimación subliminal también ilustra cómo se puede influir inconscientemente en las creencias. Los estudios sobre el comportamiento del consumidor han revelado que la exposición subliminal a nombres de marcas puede aumentar la probabilidad de seleccionar una bebida concreta, ya que las personas creen inconscientemente que esa marca específica es mejor que otras opciones. En particular, este efecto depende de las motivaciones u objetivos actuales de la persona (Karremans et al., 2006). El hecho de que las imprimaciones subliminales tengan más probabilidades de influir en las creencias cuando se ajustan a las necesidades o deseos actuales de la persona demuestra que las creencias pueden moldearse sin que la persona sea consciente de ello, en función de la relevancia de la información para su estado u objetivos actuales. Estos ejemplos ponen de relieve la intrincada interacción entre nuestras mentes consciente y subconsciente, y cuestionan la idea de que las creencias son construcciones puramente voluntarias.

Conclusión

Esencialmente, las creencias son involuntarias en gran medida. Aunque los seres humanos podemos evaluar las creencias de forma crítica y consciente, la presencia de la mente subconsciente y la influencia de factores externos en nuestro subconsciente limitan nuestra capacidad para hacerlo de forma coherente. La investigación sobre este complejo fenómeno está en continuo desarrollo. Otras investigaciones podrían explorar el impacto de las normas sociales, los elementos culturales y los medios sociales en nuestras creencias y cómo configuran nuestros marcos cognitivos. Investigando los mecanismos que subyacen a la transmisión de creencias dentro de los grupos sociales y explorando los factores que refuerzan o disminuyen la conformidad social, podemos esforzarnos por fomentar sociedades más informadas e inclusivas que valoren el pensamiento crítico, respeten las diversas perspectivas y faciliten el diálogo constructivo.

Referencias

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