La "existencia" de Wang Feng en un mundo postcovídico

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Wang Feng tiene ahora cincuenta y un años, pero como uno de los titanes del rock chino, sigue siendo un símbolo de rebeldía. Su aspecto característico -pelo desaliñado, pantalones de cuero negro- y su voz áspera han despertado la ansiedad y la pasión de varias generaciones de aficionados chinos a la música, desde que debutó como vocalista de la banda de los noventa No. 43 Baojia Street. Sin embargo, su reciente concierto retransmitido en directo por Internet se dirigió a una nueva generación de oyentes. Cuando millones de fans de todo el país se reunieron en sus casas para ver a Wang interpretar varios éxitos de su larga carrera en solitario, por fin pudieron gritar para aliviarse temporalmente de la compresión de la pandemia de Covid-19.

La producción del concierto como evento virtual aportó cierta distancia, ya que Wang y su banda actuaron solos, rodeados de sonidos de fans de todo el mundo que reaccionaban en tiempo real a su actuación. A pesar de los problemas estéticos, la actuación de Wang -especialmente su voz ronca pero conmovedora- siguió siendo la estrella del espectáculo. Dominó el escenario con una mano enguantada apuntando al cielo, sorteando con pericia las vicisitudes emocionales de una carrera repleta de éxitos.

El momento culminante de la actuación fue su interpretación de "Existence", una exitosa balada de 2011 que adquiere un aire existencial a la luz de las políticas chinas de la era de la pandemia. En un momento culminante, la letra de Wang amplía las preguntas que algunos en nuestro país se han planteado con frecuencia en los últimos meses: "¿Debo encontrar razones para seguir la corriente? / En su formato reducido, la actuación refleja las imágenes que han surgido en el aislamiento de la era de la pandemia: estudiantes universitarios encerrados que fabrican perros mascota con cajas de cartón; niños de tres años que abren la boca instintivamente al ver bastoncillos de algodón; ancianos solos en cuarentena, sin acceso a cuidados ni siquiera a comida.

Estas imágenes, junto con el estadio vacío de la retransmisión en directo, formaban un contraste surrealista con las imágenes retransmitidas esa misma noche desde otro rincón del mundo: Qatar, la nación del Golfo Pérsico. Allí, miles de personas de naciones de todo el planeta se fundieron en mares de alegría, gritando triunfalmente a pleno pulmón por héroes del deporte internacional como Lionel Messi y Harry Kane. Vivimos en un mundo de grandes diferencias.

Quizá involuntariamente, el éxito de Wang ha cobrado una segunda vida, resonando en la mayoría silenciosa del público de a pie. La gente empieza a darse cuenta de que cuando el confinamiento y el caos se convierten en algo habitual, los días de libertad que antes se daban por sentados se desvanecen a la par.

"¿Quién sabe adónde debemos ir?", reflexiona Wang líricamente, "¿Quién entiende en qué se ha convertido la vida?" Es una pregunta que todos deberíamos meditar, y obtener de ella la fuerza para seguir adelante.

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