Crítica de '19B': En un El Cairo cambiante, las viejas costumbres se enfrentan a los bárbaros de la puerta



	
		Crítica de '19B': En un El Cairo cambiante, las viejas costumbres se enfrentan a los bárbaros de la puerta

Un choque entre personas que representan estratos sociales muy diferentes electrifica el drama "19B", el sexto largometraje del guionista egipcio Ahmad Abdalla ("Heliópolis", "Micrófono"), progenitor de la nueva ola de cine árabe independiente de principios de la década de 2000.

La historia se desarrolla en un barrio acomodado de El Cairo, antaño repleto de grandes casas y jardines sombreados, donde una villa abandonada se convierte en un lugar ruinoso, incluso cuando el anciano cuidador del edificio se aferra a su improvisada vida allí. Al mismo tiempo, en la calle, los niños empobrecidos del nuevo Egipto intentan ganarse la vida de formas no del todo legales.

Llamado con el honorífico "Haj" o, menos amablemente, "viejo", lleva en el barrio desde que se tiene memoria, aunque no se recuerde su nombre. Su aguerrida hija casada Yara (Nahed El Sebai) le visita semanalmente y le ruega que se vaya a vivir con ella, pero él prefiere quedarse donde está, ya que le conecta con un pasado más feliz, un tiempo en el que era útil y conocía y mantenía el orden de las cosas.

Mientras tanto, el despiadado ex convicto Nasr (Ahmed Khaled Saleh), una versión humana de un perro asilvestrado, espía al anciano, envidiando su soledad y su espacio. Fuera de las puertas de la villa, Nasr dirige una banda de jóvenes callejeros que cobran a los automovilistas por aparcar. También trafica con productos del mercado negro, como alcohol y cigarrillos. Mediante amenazas e intimidaciones, invade la villa.

La toma de posesión de Nasr conmociona al anciano cuidador e indigna a Yara, que se atreve a enfrentarse al matón callejero. Pero, como sabe Nasr, las personas como ellos son impotentes cuando se trata de obtener ayuda de la policía. Se produce una tensa batalla.

Aunque tienen menos protagonismo, los personajes secundarios de la película son importantes para entender los cambios que se están produciendo en la sociedad egipcia. La amable doctora (Fadwa Abed) que da al anciano las sobras para alimentar a los animales está demasiado ocupada para ver la amenaza que Nasr representa para él. Para ella, Nasr proporciona una comodidad moderna muy necesaria: un lugar seguro para aparcar. Su vecino (Magdy Atwan), el práctico conserje del rascacielos de al lado, representa la inevitabilidad del cambio, mientras que los jóvenes delincuentes de la banda de Nasr indican un problema social que no respeta ni la edad ni la enfermedad.

El director Abdalla y su director de fotografía Mostafa El Kashef ruedan in situ, haciendo que la villa, sus alrededores y la luz natural sean igualmente importantes para el drama. La belleza descolorida del lugar hace que el espectador comprenda el encanto del pasado que el anciano quiere conservar, aunque el mundo cambiante acabe por alcanzarle.

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